En realidad, señala doña Tere, se trata de una especial panadería que alcanza su máximo nivel el “Día de Muertos”, tiempo en que todos los hornos del pueblo son repletados de leña y cada familia amasa buenas cantidades de harina para elegir qué tipo de deliciosos panes horneará y colocará con sumo respeto en los altares de los muertos entre el día primero y dos de noviembre.
Un día me quedé viuda, relata la panadera, “y desde entonces busqué la forma de no aburrirme en casa, y primero tejía servilletas pero me aburría, y decidí meterme a la cocina y recordar las recetas de mi familia, y empecé por vender mole, luego gorditas y polvorones, estas cada fin de semana, y como lo que hago le gusta a mis clientes, trabajo sobre pedido si así lo prefieren, pero por suerte no me falta trabajo y me va bien.
“Como usted lo pudo ver, trabajo en el horno El Chino, propiedad de mi pariente Zeferino, y sólo aprovecho el calor que dejan las hornada que él sí saca, y aunque ya no es como antes, siempre lo encuentra usted trabajando en la calle de Sóstenes Rocha y Benito Juárez, y mientras coloca pieza por pieza en su canasto, nos dice que poco a poco se acaban las costumbres de hacer por ejemplo, bolas de menta y pabellones con hielo”.
La receta de las gorditas es fácil: llevan harina de maíz, manteca, requesón, queso, natas de leche, canela, azúcar, pero sobre todo, mucho empeño y trabajo, “y si es posible trabajo hasta dos horneadas por semana en cantidades que van entre los 80 polvorones y 150 a 200 gorditas, y cuando se acercan las ofrendas de los muertos, entonces sí mero no descanso, señala doña Tere, quien pide que recomendemos su trabajo, dado que esa es su única fuente de empleo.
Fuente: WWW.DESPERTARDELSUR.COM
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