En los caminos polvorientos y las huertas soleadas de la Tierra Caliente, hay un ave que pocos nombran por su denominación científica, pero que todos conocen por su nombre popular: el chiscuaro. Su presencia es tan cotidiana como el canto de un gallo o el ruido de un machete en la milpa. Aunque de apariencia modesta y vuelo torpe, el chiscuaro cumple una función silenciosa pero vital: controla insectos, anuncia cambios de clima y, para muchos, representa uno de los vínculos más entrañables entre la naturaleza y la vida rural.
Su nombre, tan sonoro y tradicional, ha pasado de generación en generación en los pueblos calentanos, y aunque su canto no sea melódico, su figura negra y su andar entre potreros y caminos lo hacen inconfundible. Conocer más sobre este pequeño habitante de nuestra región es una forma de valorar la riqueza biológica y cultural que aún se conserva en nuestros paisajes.
A continuación, te presentamos una ficha informativa del chiscuaro, también conocido en otros lugares como garrapatero o pijuy, cuyo nombre científico es Crotophaga sulcirostris.
Clasificación científica
-
Nombre científico: Crotophaga sulcirostris
-
Familia: Cuculidae
-
Orden: Cuculiformes
-
Nombre común local: Chiscuaro
-
Otros nombres comunes: Chicurro, garrapatero, pijuy, pijullo, ticul, tijolo
Descripción física
El chiscuaro es un ave de plumaje completamente negro, aunque con reflejos metálicos azulados cuando le da el sol. Su principal rasgo distintivo es el pico grueso y curvado hacia abajo, con surcos bien marcados. Mide entre 15 y 20 cm de largo y tiene una cola larga que suele mantener baja mientras camina. Sus alas son cortas y redondeadas, por lo que su vuelo es torpe, alternando planeos y aleteos pesados.
Distribución y hábitat
Es un ave común en zonas tropicales y subtropicales del continente americano, desde México hasta América del Sur. En Tierra Caliente, es fácil verlo en potreros, huertas, cercas vivas, caminos rurales y árboles dispersos, especialmente en tierras bajas y cálidas.
Suele andar en pequeños grupos, posándose sobre cercas de alambre, postes o incluso sobre el lomo del ganado.
Alimentación
El chiscuaro se alimenta principalmente de insectos: chapulines, larvas, escarabajos y orugas. Pero lo que lo hace especial es su costumbre de alimentarse de garrapatas que retira de vacas, caballos y burros, ayudando así al ganado y convirtiéndose en un aliado natural del campesino, es por ello, que debemos considerar muy importante a esta especie en la región.
También consume frutos pequeños e incluso restos de alimentos en el campo, por lo que se le considera una especie oportunista y beneficiosa.
Reproducción
Construyen nidos grandes y algo desordenados, con ramas secas, en árboles medianos o altos. Allí depositan de 2 a 4 huevos, que incuban ambos padres. Como otras aves de su familia, pueden compartir el mismo nido con otros miembros del grupo, criando de forma comunal.
Los polluelos están en riesgo por depredadores como culebras, tlacuaches y aves rapaces, especialmente si los nidos están mal ocultos.
Importancia cultural
En muchas comunidades de Tierra Caliente, el chiscuaro no solo es conocido, sino que forma parte del lenguaje y la vida cotidiana. Su canto ronco, que se escucha antes o durante la temporada de lluvias, es tomado como un anuncio natural de que el temporal se aproxima.
Frases como “ya cantó el chiscuaro” todavía se escuchan en los pueblos cuando el cielo se carga de nubes o cae la primera llovizna.
Además, por su costumbre de limpiar a los animales, se le considera una ave útil y respetada por la gente del campo.
Curiosidades
-
No es un ave cazada ni domesticada, pero es bien tolerada por su utilidad.
-
Puede convivir con humanos y animales sin mostrar mucho temor.
-
A pesar de su color oscuro y su vuelo pesado, es una de las aves más queridas por los campesinos por su rol en el equilibrio ecológico.
Conservación
El chiscuaro no está en peligro de extinción, pero como muchas especies, se ve afectado por la pérdida de hábitat, quema de pastizales, uso de pesticidas y la urbanización creciente.
Proteger su hábitat, evitar el uso excesivo de químicos en el campo y promover la educación ambiental son acciones clave para asegurar su presencia en nuestros paisajes.